REÍR COMO IDIOTA

Mientras recorre mi cuerpo con su nariz, olfateando mi cabello lentamente, desliza su aliento entre mi oreja y mi cuello, yo apreto los ojos y sin darme cuenta, sostengo la respiración deseando (tal vez) que todo dure un brevísimo instante. Relajo los hombros, abro los ojos dejando que me lleve de la mano poco a poco hasta su habitación.

Al abrir la puerta, huele bien, es amplia, cómoda, pero en verdad no me satisface. Me sudan las manos, me tiemblan las piernas y siento como mi corazón late más rapido.

Se dirige hacia la Cama, se sienta, yo me mantengo de pie frente a él que en ese instante no quiero nada más, sus manos acarician el contorno de mi rostro, sonrío sin ganas y con la mirada baja de nuevo cierro los ojos, y ahí está, le veo entrando al baño mientras me siento, me quito los zapatos para conducir mis pasos hacia él, me detengo un momento y en la puerta entreabierta le contemplo, sonriéndome por el espejo.

¡No lo puedo creer! Estás ahí yo, estoy aquí parada tras de ti, metiendo mis manos entre tus brazos y desabotonándote la camisa, mirando tu sonrisa nerviosa, mientras mis manos siguen el trayecto de la botonadura que al fin me lleva a tu cinturón.

Te das vuelta, me muero de emoción, trato de mantener la calma, ¡Porque nuevamente voy a probar tus labios!, no puedo esperar para sentir tus hermosos labios rodeados de esa suave barba que los enmarca de forma tan desaliñada y perfecta a la vez.

— ¡Abre los ojos! Me grita, devolviéndome a la realidad, lo miro fijamente tratando de sentir emoción, mientras atrae mis piernas hacia sí para que envuelva su cintura entre ellas; hago en automático y siento como me levanta el vestido hacia mi pecho.

— Eres perfecta lo dices, y me suena tan irreal.

Sonrío levemente viendo como hunde su cara entre mis senos, mordiendo las tiras que forman el sostén incómodo y apretado.

¡Maldita sea! Aprieto los dientes y le arranco la playera furiosamente, mientras se recuesta y se quita el bóxer me pongo de frente a él y termino lo que no pudo, lanzo el vestido al suelo, me suelto el brasier arrojándoselo en la cara, solo me quedan puestas las medias, y las ganas.

Escalo la cama con sigilo, como un gato buscando a su amo.

— ¿Dónde estás? ¿Por qué no vuelves?

Me acaricia las piernas enfundadas en las medias que de nuevo me recuerdan a ti,  me río, tú y yo sabemos por qué; la sonrisa se me va borrando cuando siento que hunde su cara entre mis piernas, y me limito a no sentir, empuño fuertemente las orillas de la sabana y miro al techo, te dibujo en mi mente, recuerdo lo malo que eras haciendo sexo oral, y lo bueno que fuiste la última vez, la última vez… Te tuve que rogar demasiado para que aceptaras estar conmigo y al fin volviste, quizás.. ¿Como una obra de caridad? ¿Quizás con repulsión?, y revivo tu imagen en mi mente una y otra vez, molesto porque vivo muy lejos, incómodo porque quiero hablar y tú solo quieres cantar y patalear sobre la cama, vuelvo a sentir tan chiquita por no ser lo que esperabas; yo sollozo y él confunde el sonido con el inicio de un orgasmo, así que rápidamente se apresura a llevar su erección hasta mi entrepierna yo me vuelvo y gimo.

Sé que está ahí, pero no siento mucho, quiero que termine ya, enredo mis piernas alrededor de su cintura mientras entra y sale de mí, envuelve mis senos con cada una de sus manos y de nuevo, cierro los ojos, recorro sus brazos con mis manos y pienso en ti, le araño la espalda y él me da vuelta, te veo por el espejo mientras me tira del cabello y me pellizca las nalgas.

— ¡no voy a durar mucho si sigues haciendo eso! Y suena como música para mis oídos, así que pego la oreja al colchón y llevo mi brazos al frente; solo dos movimientos le bastan para terminar.

—¿Te gustó?. Sonrío y recojo mi ropa antes de encerrarme en el baño, necesito quitarme su olor, abro la regadera, me detengo frente al espejo, me contemplo con las medias puestas, ¡A la carne no se le engaña! Mientras me baño te recuerdo orinándome las piernas como la ultima vez…

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Relatos eróticos de Madame lautier.

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