Mañana que ella me penetró

Era una mañana como cualquier otra. Llegué al conjunto de Paula para entrevistarla. Ella, ingeniera experta en mecatrónica, había sido galardonada como la más brillante en su campo en las últimas olimpiadas nacionales de robótica, todo un orgullo para Santander.
Mi misión era la de siempre, entrevistarla para la emisora local en la que trabajo.

En la primera llamada dijo que no podía ir al estudio, que le quedaba imposible por su agenda, por lo que me citó a las 8:00 a.m. en su apartamento, un piso 15 de un conjunto en la paralela a Cañaveral.

Faltaban cinco para los 8 y ya estaba en la portería anunciándome. Al otro lado del citófono aprobaron mi ingreso y me dirigí al ascensor con una bolsa que el vigilante me pidió entregarle a Paula.

Mientras subía alcancé a ver qué eran dos botellas que una bolsa que entregué apenas timbré.

Cuando ingresé en mi mente dije: “Cómo que llegué tarde a la fiesta”.

En el comedor había varias botellas de vino y dos de aguardiente.

Claramente la fiesta se acababa de terminar.

Amablemente Paula me saludó y se excusó por sus fachas. Se acababa de duchar, se estaba secando el cabello y me recibió en un pijama que pantalón largo y blusa de tiras.

Antes de sentarnos en la sala sacó las botellas de la bolsa que yo subí, abrió una y la otra la guardó en la nevera. Sirvió dos copas, se acercó y sin preguntarme si quería me dio vino.

Rompiendo mis protocolos lo probé y me lancé en la entrevista. Ya iban 55 minutos de grabación y seis copas de vino. Se me habían acabado las preguntas y apagué la grabadora. Ya las preguntas no eran de su carrera sino de vida.

En esas me pidió que fuera a la nevera por la otra botella. Me levanté, la saqué, pero no encontraba el sacacorchos. Busqué en los cajones de la cocina y nada. Entonces abrí una puerta donde pensé estaban los chécheres y prendí la luz. Era el cuarto de servicio donde para mi sorpresa estaba sobre una cama un pene amarrado a un arnés negro.

De una cerré la puerta, pero ella ya estaba detrás mío. Qué viste me preguntó. Todo, le dije. Su reacción fue de pena, vergüenza y mucha risa.

Nos sentamos nuevamente en la sala y vino la pregunta del día. Qué pasó ahí anoche, le dije entre risas. Y su respuesta, también entre risas, fue: “Nada por qué no se dejó”.

Pensando en voz alta le dije: ¿lo querías penetrar? Y con su cara sorprendida me preguntó: ¿cómo sabes, te lo han hecho?
Quedé en silencio para no evidenciar que justamente esa era mi fantasía, que una mujer me penetrara. Algo he leído de eso, dije tratando de disimular.

Al ver mi delatado interés Paula me preguntó: “Y qué piensas de eso”. Ya con el vino en la cabeza me liberé de algo que no había probado pero que soñaba. “Debe ser rico”, le dije.

Por un instante, los ojos de Paula y los míos se cruzaron y hablaron sin decir una sola palabra.
De pronto se paró y dijo “dame unos segundos voy a guardarlo, qué pena eso por ahí”.

Cuando pasó de regreso por la sala le pregunté si podía verlo, mi curiosidad era ver el tamaño porque pensaba que debía doler más que gustar.

Ella se acercó, me lo mostró y de pronto me dice que si quería tocarlo. Mi corazón se aceleró, pero respondí su pregunta y lo toqué. Mientras me miraba me preguntó que si me gustaba. No alcancé a responder porque me besó y llevó sus manos sobre las mías para entre los dos acariciar la verga de plástico

El beso era cada vez más intenso y ella se quitó la blusa y cogió mis manos y las puso en sus senos. Luego tomó el pene de plástico y lo puso entre sus senos mientras me pedía que chupara sus tetas.
Lamia sus pezones y en medio de la calentura me agarró del pelo y llevó la verga de plástico a mi boca. Como vi que le excitaba verme chupando lo mamé sin control. Era una sensación muy rara pero apasionante.

Mi corazón latía fuerte. En medio de los besos Paula se quitó el pantalón y pidió que me quitara el mío. Mientras lo hacia ella no me preguntó si quería y se puso el arnés. Se paró frente a mí y puso su verga junto a la mía.

Estaba muy pero muy mojado y me dijo que ya regresaba. Cuando volvió traía dos tarros. Uno era un gel para el dolor, me dijo, y el otro era una crema.

Paula de arrodilló y me dio una mamada profunda. Lamia mis huevos con tanta pasión que por poco me vengo.

Luego me giró y quedé con las manos sobre el comedor de espaldas a ella. No veía nada cuando sentí su lengua en mi ano. Fue electrizante. Pasaron unos segundos y se dedo recorría mi ano que ya estaba jugando en crema.

Estaba literalmente en cuatro, nervioso por lo que pudiera doler, pero emocionado. De pronto sentí que empezó a entrar. Dolía, pero quería más.

Ella me dio una fuerte nalgada y me dijo: “ya la tienes toda adentro, siéntela hp”

Mis nalgas estaban rojas de las palmadas que Paula me daba cada ver que me penetraba. Sus ganas de la noche anterior las estaba saciando conmigo y de qué manera.

El dolor quedó en un segundo plano. Cada que Paula metía su verga la mía se estremecía. Estaba grande y muy pero muy mojada, al borde de la eyaculación.

Paula me pidió que volverá, levantó mis piernas con sus manos, le aplicó crema a su verga y me la metió toda nuevamente.

Esta pose fue increíble. Podía ver su cara de excitación por clavarme, sentía su respiración en cada penetración y además podía ver el movimiento de sus tetas grandes.

Ella no paraba de hablarme: “te gusta cómo te culeo, dime”, me preguntaba mientras me lo metía.

De repente, con cada profunda penetración empecé a sentir un placer indescriptible. A gritos pedía más y más: “clávame cómo nunca, dame duro más duro”, pedía yo desesperadamente.

Paula estaba decidida a no parar y me daba y me daba. Mis piernas ya temblaban y cuando dejó de mover su verga y la dejó adentro para tomar aliento y seguir, mi verga hizo explosión y me vine a chorros. Fue increíble. Me vengo como nunca y tan fuerte que cayó semen en mi cara.

Al ver que me vine sacó su verga, y se sentó. Realmente estaba agitada y agotada de penetrarme.
Al instante tomó un pañito y me limpio. Luego se lanzó sobre mí y me besó

Fue la mejor entrevista de mi vida. Ojalá se repita.

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Relatos eróticos de Madame lautier.

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